Según el ACT, ningún objeto de la realidad material nos asegura liberarnos del
sufrimiento. Podemos estar bien económicamente, estar en un perfecto estado
físico, estar contentos con nuestro cuerpo y correctamente alimentados, y a
pesar de ello, sentirnos mal (Hayes et al., 2014).
El dolor y el sufrimiento están todo el tiempo en nuestras vidas. El
problema es que la posición cultural frente el sufrimiento (principalmente, en
Occidente) suele verse como algo indeseable, algo que debemos quitar,
controlar y erradicar, como si fuese un problema a solucionar rápidamente,
para estar tranquilos y saludables.
Quizás nos sean conocidas frases como: “quédate tranquila, ya vas a
estar bien”, “ya va a pasar”, “esto es pasajero”. Como seres humanos,
queremos que los demás sufran lo menos posible y esto es algo natural. Pero,
al mismo tiempo, pone de manifiesto lo incómodo y difícil que se nos hace lidiar
con el sufrimiento ajeno y, mucho más aún, con el propio. Nos genera mucha
vergüenza mostrarnos vulnerables frentes a los demás por lo que tendemos a
ocultar o a disimular el dolor, enunciando expresiones como “está todo bien”.
Existen muchas tradiciones culturales que postulan al sufrimiento como
parte de la vida humana. Conciben el hecho de que, vivir una experiencia
humana, ya nos convierte en seres sufrientes. Lo normal en nosotros es el
sufrimiento. Claro está, no suele ser la posición que mayormente prevalece en
las sociedades actuales (Maero, 2022).
En definitiva, la cuestión es que todos los seres humanos sufrimos.
Como menciona Hayes et al. (2014), “es normal ser anormal”. Por la tanto, la
relación que establezcamos con el sufrimiento será un indicador más que
relevante a la hora de definir lo que es patológico y de lo que no lo es. Esta
posición frente el sufrimiento suele tiene un impacto en nuestras vidas. Porque
si el sufrimiento o el dolor es un problema por resolver, emplearemos todos los
recursos que tengamos a disposición para quitarlo o eliminarlo, tornando
nuestra vida en un campo de batalla donde la victoria única posible será
“sentirnos bien”.
Yendo a lo concreto, sabemos que, en determinadas situaciones, el
sufrimiento o malestar psíquico se incrementa cuando buscamos cambiar
algo de forma radical quedándonos parados en un estado de “inercia” en donde
lo que hacemos (o bien, dejamos de hacer) es dirigido por un tándem de
acciones gobernadas por la impulsividad y el automatismo, lejos de la
experiencia personal, es decir, distantes de una vida que deseamos vivir y
experimentar de manera única e irrepetible.
De acuerdo con la Terapia de Aceptación y Compromiso, el
sufrimiento muchas veces requiere de cambios graduales y de la confianza en un proceso no mediatizado únicamente por resultados, sino que éste pueda
consolidarse a través de la adquisición de hábitos continuos y permanentes
sostenidos por valores personales (como, por ejemplo, ser amables, ser
cordiales con los demás, aprender de los errores propios, vivir con serenidad,
ser una pareja cercana y afectuosa, etc.).
Hayes (2020) propone que, una persona es capaz de sobrellevar el
sufrimiento a través de la realización de 6 “virajes” o prácticas psicológicas:
- Practicar la observación de los pensamientos desde una distancia óptima
que nos permita elegir qué hacer en determinada situación, a pesar del diálogo
interno que nuestra mente nos propone todo el tiempo. - Darnos cuenta de que nuestra historia personal proviene, en gran medida,
de una construcción subjetiva de relatos que nos hemos contado de nosotros
mismos y que siempre tenemos la posibilidad de elegir otras perspectivas
para hablar de nuestra vida y de quiénes somos. - Contar un espacio personal que nos permita sentir emociones intensas y
dolorosas más allá de experimentar incomodidad. - Ser capaces de experimentar lo que hacemos estando únicamente en el
presente, sin dirigir nuestra atención a situaciones o momentos que se
proyectan hacia el pasado o el futuro, alejándonos de lo que es importante para
nosotros. - Definir con qué valores humanos nos identificamos y cómo ellos nos
podrían ayudan a direccionarnos hacia una vida donde sintamos a gusto y en
plenitud. - Desarrollar hábitos cuyas acciones estén comprometidas con los valores
que hemos definido para nuestra vida.
Lograr practicar estas habilidades nos ayudará a ir ganando flexibilidad,
siendo más conscientes y adaptativos a los movimientos que los contextos, en
los cuales participamos, nos suelen producir malestar y sufrimiento. Por
ejemplo, cuando alguien nos engaña o nos miente, eso nos produce dolor y,
quizás, nos cerramos a cualquier otra relación por temor a repetir o vivir una
situación similar. Sin embargo, trabajado nuestros “virajes” personales,
podríamos, al mismo tiempo, hacer una “segunda lectura” de la situación,
visualizando qué tipo de vínculos queremos para nuestra vida y cómo podemos
conectar con los demás desde un lugar en donde nos sintamos respetados y
valorados.
Lo que es valioso para nosotros suele provocarnos dolor y sufrimiento y,
a su vez, lo que nos duele y nos produce malestar, suele ser algo importante
para nuestra vida. Si aprendemos a mirar con curiosidad la tempestad del
sufrimiento, quizás, allí también, logremos reconocer el sentido de para qué
todavía estamos respirando.
Referencias:
Hayes, S. C., Strosahl, K. D., & Wilson, K. G. (2014). Terapia de Aceptación y
Compromiso: Proceso y Práctica del Cambio Consciente (Mindfulness). Desclee de
Brouwer.
Hayes, S. C. (2020). Una mente liberada: la guía esencial de la terapia de aceptación y
compromiso (ACT). Ediciones Paidós.
Maero, F. (2022). Croquis, una guía clínica de Terapia de Aceptación y Compromiso.
Dunken.
