Los hongos psilocibios son un género específico de hongos que tienen propiedades psicoactivas y han sido utilizados por diversas culturas ancestrales con fines ceremoniales y terapéuticos durante miles de años. Grupos indígenas han reverenciado las visiones inducidas por estos enteógenos y los han ingerido en sus rituales para comunicarse con el mundo espiritual, recibir conocimiento, guía y sanación.
Existen más de 180 variedades de hongos que contienen psilocibina y psilocina, los alcaloides más estudiados de los psilocibios y responsables de sus efectos psicoactivos. Generalmente fructifican en bosques húmedos subtropicales en diferentes sustratos dependiendo de la cepa; México es el país en el que se encuentran más variedades de hongos psicotrópicos.
Teonanácatl fue el nombre en náhuatl, el idioma de los aztecas, que recibieron los hongos psilocibes. Este término se ha traducido como «carne de los dioses», aunque autores sugieren que «hongos sagrados» u «hongos maravillosos» serían traducciones más literales.
Tras la conquista de Centroamérica, por parte del imperio español durante el siglo XV, se declaró herético su uso, reprimiendo con dureza a curanderos y a quienes ingirieron el hongo. Por ello, el uso tradicional de los hongos psilocibios en la comunidad pasó a la clandestinidad y el secretismo.
Ya entrados en el siglo XX, durante el verano de 1955, el banquero Gordon Wasson, Valentina Pavlovna y el fotógrafo Allan Richardson, fueron los primeros occidentales en experimentar y reportar los efectos de los hongos y sus usos tradicionales entre los mazatecos. Asistieron a una velada con María Sabina (1894-1985), gran curandera y chamana mazateca que vivió en Huautla de Jiménez, Oaxaca, MX., y que fue conocida por guiar ceremonias donde utilizaba el poder curativo del lenguaje a través de cantos poéticos en conjunto con hongos psilocibios en post de una transformación física, mental y espiritual. Para Sabina, los «niños santos», como ella los llamaba, eran una herramienta importante para lograr una curación integral y abarcar todos los aspectos del Ser, ya que su alcance no se limitaba sólo a nivel físico, sino que también, incluía la curación del alma y la mente; ingerirlos en la velada era una forma de conectarse con el mundo espiritual y tratar una amplia variedad de enfermedades y dolencias, incluyendo el dolor de cabeza, la tristeza y el miedo.
El uso de psicodélicos en contextos terapéuticos y de investigación
El uso de psicodélicos comenzó a explorarse en la década de 1950 y 1960. El término psicodelia, acuñado por el psiquiatra Humphry Osmond en 1957, es una combinación de dos palabras griegas: «psychḗ» (mente, alma) y «dḗlē» (manifiesto, visible). Es utilizado para describir sustancias que hacen posible la manifestación consciente de material inconsciente, así como de sensaciones y emociones que comúnmente reprimimos en el día a día.
Los primeros estudios clínicos con LSD, psilocibina y mescalina mostraron prometedores resultados para tratar trastornos psiquiátricos, sin embargo, en la década de 1970, los
psicodélicos fueron incluidos dentro de una lista de sustancias prohibidas en muchos países, debido a que su uso se asoció a un fuerte movimiento contracultural, catalogándolos como una amenaza para el orden social establecido.
Hoy en día vivimos «la cuarta ola del renacimiento psicodélico», en las últimas décadas se ha visto un renovado interés en la investigación acerca del uso terapéutico de estas sustancias, especialmente la psilocibina. Esta ola ha sido impulsada por la creciente evidencia de que estos compuestos pueden ser efectivos en el tratamiento de una variedad de trastornos psiquiátricos, incluyendo la depresión, ansiedad, el trastorno de estrés postraumático (TEPT), la adicción, trastornos obsesivos e incluso la ansiedad en los pacientes con cáncer respecto a morir.
El cerebro entrópico y la posibilidad de un «reinicio mental» con psicodélicos desde una perspectiva neurobiológica
Enmarcado en esta última ola del renacimiento psicodélico y basándose en los datos de su investigación con psilocibina, el psicólogo y neurocientífico Robin Carhart-Harris propone que un cerebro feliz es ágil y flexible, en cambio, la depresión, ansiedad, obsesión y la adicción, que comparten patrones de conducta y pensamientos destructivos, rumiantes y negativos, representan cómo se siente poseer un cerebro que se ha vuelto excesivamente rígido.
En este contexto, la entropía se entiende como el grado de desorden o impredecibilidad de un sistema; la hipótesis postula que el cerebro posee un mecanismo interno para reducir la entropía y operar de manera más estable y regular: la Red Neuronal por Defecto (RND). La RND está vinculada con la introspección, la metacognición (el pensar sobre el pensar) y el pensamiento autorreferencial/autobiográfico, responsable de las narrativas que vinculan a nuestra primera persona con el mundo, y de ese modo, nos ayudan a definirnos; “Yo soy éste” “No soy capaz” “No merezco que me amen”; también, se vincula con la facultad mental de viajar en el tiempo, al pasado y al futuro, lo que nos lleva en todo momento fuera del presente, esto puede resultar altamente adaptativo, ya que nos permite aprender del pasado y planificar el futuro, pero cuando se vuelve un trastorno, genera ese ensimismamiento y fijación en el pasado, propio de la depresión, o en el futuro, que caracteriza a la ansiedad.
Se han realizado neuroimágenes del cerebro bajo la influencia de psicodélicos en las que han identificado cambios mensurables en el cerebro, en particular, de actividad y conectividad de estas estructuras; se ha documentado que el valor terapéutico de los hongos psilocibios radica en que reducen o interrumpen la actividad de esta RND, por lo que el cerebro puede pasar a un estado de entropía más alto, generando un «reinicio mental» que proporciona la oportunidad de integrar nuevas narrativas y actitud frente a lo que nos aqueja, incrementando la neuroplasticidad al facilitar miles de nuevas conexiones a nivel cerebral que surgen con la experiencia.
Mendel Kaelen propone la siguiente metáfora: “Pensemos en el cerebro como si fuera una colina cubierta de nieve y los pensamientos como trineos que se deslizan cuesta abajo. A medida que los trineos bajan por la ladera uno tras otro, van trazando unas vías en la nieve. Cada vez que un nuevo trineo desciende, es atraído hacia los surcos
preexistentes, casi como si fueran un imán. Con el tiempo se hace cada vez más difícil deslizarse por la pendiente siguiendo otro camino o avanzando en una dirección diferente. Pensemos en los psicodélicos como si fueran un apisonamiento temporal de la nieve. Las vías profundas y muy transitadas desaparecen y, de repente, un trineo puede moverse en otras direcciones, explorar nuevos paisajes y, en efecto, crear nuevas rutas.”
Los surcos de los que habla Kaelen, representan las conexiones neuronales más utilizadas del cerebro, muchas de las cuales pasan a través de la RND; la psicoterapia asistida con psilocibios debilita de manera temporal el control de la RND en la que operan. Cuando la nieve acaba de caer se borran los surcos, al “silenciar” estas estructuras neurológicas responsables de pensar acerca de nosotros mismos, así como de pensar acerca de pensar acerca de nosotros mismos, podríamos salir de la vía marcada o borrarla de la nieve, abriendo la posibilidad de integrar nuevas pautas de pensamiento y conducta. Gracias a la ventana de neuroplasticidad que entrega el consumo de estas sustancias vemos el panorama desde otros puntos de vista, ya no estamos atascados en loops eternos de los cuales nos sentimos incapaces de salir, las narrativas sobre nosotros mismos que estaban enquistadas como verdades fijas e inamovibles se flexibilizan, nos posicionamos en el aquí y el ahora, logrando soltar la fijación respecto al pasado y/o futuro.
Psicoterapia asistida con psilocibios
La psicoterapia asistida con hongos psilocibios ha ganado popularidad en los últimos años debido a su capacidad para facilitar experiencias transformadoras, lo que puede llevar a mejoras significativas en la salud mental a corto, mediano y largo plazo.
Muchos pacientes informan que las experiencias psicodélicas les brindan una mayor sensación de conexión con los demás y con el mundo, y pueden ayudarlos a desarrollar una perspectiva más amplia sobre su vida y su identidad. Esto puede llevar a mejoras significativas en la autoestima, la satisfacción con la vida y la resolución de problemas emocionales, vinculares y psicológicos.
El trabajo terapéutico asistido con macrodosis de psilocibios implica una evaluación y preparación previa, tanto física como mental. Durante la sesión, el paciente ingiere una dosis alta de psilocibios en un entorno terapéutico seguro, cuidado y cómodo, mientras es supervisado por uno o más psicoterapeutas entrenados; puede experimentar una variedad de efectos subjetivos, que incluyen cambios en la percepción, la cognición y sus emociones. La mayoría de los usuarios describen la experiencia como un viaje interno, en el que se atraviesan distintas fases con distintos efectos. Los primeros efectos suelen empezar a percibirse alrededor de 30 minutos tras su ingesta; Los efectos máximos suelen presentarse entre los 60 y los 90 minutos después de la ingesta, y se prolongan durante alrededor de dos horas antes de empezar a disminuir. La duración total de la experiencia es de alrededor de 4 a 6 horas, en función de la dosis.
La ingesta de psilocibios crea un intervalo de máxima plasticidad durante el cual, el terapeuta acompaña al paciente a navegar por estos efectos, atendiendo lo que se está manifestando durante la sesión y que posteriormente se integrará en sesiones de psicoterapia individual.
Los hongos, como cualquier otra sustancia psicodélica, tienen la posibilidad de hacer emerger contenidos inconscientes de la psique, estos contenidos, generalmente de alta carga psicoemocional pueden ser extáticos, numinosos, agradables y placenteros, pero también, pueden ser contenidos desafiantes que sean incómodos, catárticos, y que podrían definirse como un reto a nivel psicológico, sobre todo cuando existe resistencia frente a lo que emerge, no se ha forjado un vínculo terapéutico y/o no se ha preparado el set y setting de manera adecuada. A dosis altas, las resistencias son menores debido a la intensidad de la experiencia, y las personas suelen estar totalmente inmersas en el viaje. Desde una perspectiva terapéutica se considera que precisamente éste es el mecanismo mediante el que estas sustancias pueden resultar útiles para coadyuvar la psicoterapia y explorar profundamente la psique.
Los psicodélicos pueden ser una herramienta poderosa para modificar patrones de pensamiento y conducta negativos, la teoría del cerebro entrópico es una explicación prometedora de cómo los psicodélicos pueden lograr este resultado, proporcionando una oportunidad para crear nuevas pautas a través de la neuroplasticidad. Si bien, los hongos psilocibios son uno de los psicodélicos farmacológicamente más seguros y no tienen potencial adictivo, es importante acompañar estas experiencias con profesionales capacitados, con experiencia y formación específica en el área, para procurar la reducción de riesgos y daños a nivel multidimensional, y lograr beneficios y/o avances para mejorar la salud mental.
Referencias bibliográficas
- Pollan, M. (2018). How to Change Your Mind: What the New Science of Psychedelics Teaches Us About Consciousness, Dying, Addiction, Depression, and Transcendence.
- Carhart-Harris, R. L. (2018). The entropic brain-revisited.
- Carhart-Harris and K. J. Friston. (2019). REBUS and the Anarchic Brain: Toward a Unified Model of the Brain Action of Psychedelics.
- Timmermann, C. (2014). Neurosciences and psycotherapeutic applications in the psychedelic research renaissaince.
