¿Cómo el sufrimiento es una oportunidad de crecimiento?

Llegado a este punto de la temporada de “Delicada Mente” en Egosapiens, es necesario abrir la discusión en un tono distinto, para esto se usará todo lo anterior (3 programas iniciales) como una suerte de prefacio, una introducción a lo que sería un desarrollo más profundo de contenidos, segmentado en 2 bloques; el fenómeno y sus manifestaciones, para luego ver, en un siguiente bloque. los tipos de intervenciones y estrategias que permiten abordar al fenómeno en su complejidad.

Para desarrollar esta articulación de contenidos, se espera tener resuelto el asunto mecánico de publicar contenido referente a la misma temática, en las diversas plataformas. Para este objetivo, se escribirán artículos relacionados con el tema directamente. Se espera que algunos de estos artículos sean escritos por nuestros terapeutas y que se profundice desde su perspectiva.

Este artículo busca entregar al lector herramientas para ver más allá de lo aparente, y busca entre otras cosas, el desarrollo de una mirada en conjunto, que soporte la complejidad necesaria para abordar estas problemáticas.

Veamos, es necesario entender algunos conceptos antes de que comience la lectura. En primer lugar, el término “fenómeno” se refiere a un evento, suceso o proceso que ocurre en el mundo observable. Puede ser algo tangible o intangible, natural o creado por el ser humano. Al centrarse en un fenómeno específico, se busca comprender su esencia y los aspectos fundamentales que lo caracterizan.

¿CÓMO ALIVIAMOS EL SUFRIMIENTO?

El sufrimiento es un fenómeno estudiado por diversos autores, desde el mismo Siddharta Gautama (conocido como Buda), hasta el reconocido Sigmund Freud, se han interesado por este, así también se han interesado en este campo del pensamiento Nietzsche, San Agustin, Séneca, Victor Frankl, Elizabet Kûbler Ross, entre otros. 

Revisando lo que cada uno de estos autores expone al respecto del sufrimiento cabe pensar que el sufrimiento es una parte intrínseca de la vida humana, y aunque no se puede evitar por completo, existe la posibilidad de superarlo y encontrarle un sentido. Los autores reconocen que el sufrimiento podría ser una oportunidad para el crecimiento personal, y enfatizan la importancia de enfrentarlo con una actitud y perspectiva adecuadas.

¿Qué sería una actitud y perspectiva “adecuadas”?

La perspectiva y la actitud de una persona se basan en cómo interpreta una situación y en cómo se siente al respecto. Esto influye en la posición que adopta hacia los demás. Nuestra experiencia interna y los diálogos internos que tenemos moldean nuestra vivencia y nuestra conducta. Estos aspectos son fundamentales para formar juicios y razonamientos.

Lo adecuado es lo que tiene sentido para la mayoría de las personas, basado en lo que siente la sociedad en general. Sin embargo, no hay una razón objetiva que haga que un simbolismo sea más válido que otro, ni que una creencia tenga más o menos valor. La razón y la legitimación se otorgan a aquellos que se ajustan a lo que cada uno siente. Algo puede parecernos razonable si lo que sentimos al percibirlo es coherente con nuestros juicios y emociones.

Actualmente, hay una “crisis del sentido” en la que la razón ha prevalecido sobre el valor atribuido a ambos lados de esta discusión. Cada persona lucha por tener la razón en un mundo en el que aquellos que hablan más fuerte o de manera más polémica tienen más posibilidades de influir, impactar emocionalmente y posicionarse en roles que les permiten utilizar recursos para ejercer su voluntad. Sin embargo, no hay una garantía de que su criterio sea necesariamente “bueno”, más allá del sentido común que puedan tener el grupo de personas que estén juzgando la situación. 

En este proceso psicodinámico, surge un desafío de desarrollo para nuestra especie. La persona debe asumir una posición responsable respecto a lo que debe hacer, pero también hay una ganancia secundaria que no desea sacrificar, ya que implica un cambio significativo que no puede ocurrir simplemente de manera espontánea. Se requiere una crisis para que el sentimiento sea lo suficientemente fuerte como para sacar al individuo de su estado normal y de su entorno habitual. En estos momentos de crisis las personas podemos llegar a experimentar un profundo sufrimiento, que suele ser mirado con malos ojos por cierto, puesto que duele, pero sin duda es uno de los recursos necesarios para movilizar un cambio profundo. 

Entonces ¿cómo el sufrimiento podría ser una oportunidad de crecimiento?

Es importante distinguir dolor de sufrimiento y, es que el dolor, a pesar de ser físico o emocional, es el fenómeno en sí que está aconteciendo a la experiencia, la alteración que le permite al individuo en su vivencia notar que algo está poniendo en riesgo el medio de cultivo que sostiene su existencia (su cuerpo). 

El asunto con el sufrimiento, por otra parte, dice relación con la posición que adquiere el sujeto frente a su entorno y a lo que está allí sucediendo, por supuesto esto se activa en la experiencia de la persona, luego de asignar un significado a la situación; por esto se supone que el humano no sufre por algo real, sino que sufre por símbolos, por significados. Para intervenir en esta dimensión, es necesario profundizar junto a la persona en esas dimensiones en que se manifiesta el sufrimiento. Esta afectación se hace posible sobre un vínculo, motivo por el cual el terapeuta debe disponer de un vínculo saludable para la persona. Entre otras cualidades el terapeuta podría estimular la aparición, asomo o manifestación del síntoma.

Aceptar el sufrimiento y abordarlo de manera consciente nos permite transformarlo en una experiencia de aprendizaje y fortaleza, buscando encontrar sentido y significado en medio de la adversidad. Es necesario exponer además que un cambio voluntario no está al alcance de todas las personas, y es que hay que tener en consideración que cierto grupo de personas que se encuentren deprimidas o cursando algún trastorno de Salud Mental, no tendrán la chance de simplemente levantarse y empujarse hacia una vida exitosa, habiendo todo un correlato fisiológico que implica una respuesta bioquímica que genera síntomas característicos de este diagnóstico, como lo son la Anhedonia, Astenia, Abulia y Aplanamiento afectivo.

En función de que aceptemos nuestros síntomas como una manifestación conductual de lo que estamos narrando en nuestro diálogo interno y seamos capaces de ser menos severos con nosotros mismos, podemos disponernos a una posición nueva, distinta de la habitual.

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